Visión y Valores

VISIÓN

“Llevando Esperanza a los que desesperan, y un Hogar a los Huérfanos”

Aliviando el dolor y el sufrimiento de los huérfanos de China nacidos con discapacidades físicas, ocupándonos de sus necesidades físicas, psicológicas y espirituales, damos a estos niños futuro y esperanza, mientras esperan a su propia familia para siempre.

 

POR QUÉ HACEMOS LO QUE HACEMOS

Dos hijas

Pensé en ella la mañana en que cogí por primera vez a mi hija, pero aún no sabía su nombre. Maravillosamente nueva, preciosa, prefecta vida entre mis brazos, me llenó de regocijo. Pero en aquel preciso momento, recordé: lo dulce con frecuencia tiene una parte amarga, y pensé en todos los bebés nacidos aquel mismo día, que no permanecerían en los brazos de su madre por mucho tiempo. Tantos bebés sin rostro, sin nombre, pero no menos preciosos que mi pequeña y dulce Cora Eve.

Kendra... ese es el nombre del bebé. La hermana de cumpleaños de Cora.
Su madre es una especie de hermana para mi....Los dolores de parto la asaltaron a la vez que me asaltaban a mí, y el primer halo de vida se abrió paso hasta los pulmones de nuestros bebés en el mismo instante de aquella fría mañana de enero. Durante nueve meses, sus vidas se formaron de la misma manera: oscuridad, calor, un corazón de madre latiendo cerca... Pero en aquel preciso día, el 5 de enero, las vidas de estas dos pequeñas tomaron caminos muy diferentes.

Yo no sé cómo comienzan las tragedias, pero sé que deberían haber comenzado con amor. Mientras mi cuerpo se inflaba y mi vientre se contraía, también lo hacía el suyo. La sensación de desmayo, el dolor de espalda, la certeza de que tu cuerpo ya no te pertenece.... Este viaje hasta la vida no sucede por accidente. Es demasiado fácil acabar con una vida, así que si Kendra logró aspirar aquella primera bocanada de aire, eso sólo puede significar que fué alumbrada con amor. Y durante nueve cortos días, probablemente permaneció así.

Me gustaría conocer la historia de la madre. Más allá de los fríos datos: “Niña nacida el 5 de enero. Abandonada en una tienda el 14 de enero”. Hay mucho escondido entre esas dos fechas, una vida entera, de hecho. La única vida que aquella mujer conoció en compañía de su hija. Nueve cortos días. Recuerdo cómo me esforcé en cada detalle relativo a mi bebé durante esos mismos días, memorizando las facciones de Cora en la oscuridad de las tomas nocturnas: la curva de su nariz, la forma de sus dedos y la manera en que se acurrucaba sobre mi pecho para dormir. Aún puedo oir sus suspiros y sus gemidos, los pequeños signos de un nuevo bebé, recuperándose del duro trabajo de nacer a la vida.

¿Disfrutó ella también de esos momentos?, ¿vivió esos instantes tranquilos en su habitación, a solas con su bebé?, ¿imaginó un futuro para su pequeña niña?, ¿se parecía en algo al presente en que se encuentran hoy?. En aquellos primeros días, ¿sabría ella que la dura separación vendría tan sólo unos días después?. Y la pequeña Kendra... ¿encontró la paz entre los brazos de su madre?, ¿escuchó palabras de amor susurradas amorosamente a sus oídos?, ¿los lleva aún consigo hoy?. Si su corazón no hubiese estado “roto”, ¿habría terminado su hstoria de manera diferente?.

Conduciendo de vuelta de casa de unos amigos en una noche fría y ventosa de principios de febrero, pasamos por delante de oscuros escaparates y tiendas cerradas herméticamente. La imagen de una pequeña caja apoyada en un escalón vino a mi mente, llena de mantas y con el mayor de los tesoros... y después me imaginé a Cora en aquella caja, envuelta firmemente en una manta para protegerla del viento cortante. Inimaginable, realmente. Una pesadilla indescriptible. El dolor me hizo sacudir la cabeza para alejar de mí aquellos pensamientos y me incorporé para tocar sus manos... noté sus pequeños dedos alrededor de los míos. Pero aquella pesadilla era la realidad para Kendra; la realidad para su madre. Así es como ella se quedó, frente a una tienda...sus deditos de recién nacida agitándose en el aire frío, sin encontrar a los de su madre para agarrarse a ellos. Sin ancla, sin conexión....abandonada.

¿Quién la dejó allí? ¿Cómo se alejaron de ella?. Me pregunto qué pasó en sus corazones mientras volvían la espalda...Sé que una parte de ellos se quedó en aquella caja, en el escalón de la entrada a una tienda. ¿Supo su madre lo que estaba ocurriendo? ¿Fue ella la que se alejaba de la caja, o fue otra persona quien resolvió el asunto?. ¿Quizá le contaron que su bebé había muerto? ¿Tuvo oportunidad de decirle adiós?. ¿Cómo? ¿Por qué?. Me duele el alma... ¡es tan injusto!. Clamo al cielo. Quizá no se oiga mi grito, pero procede de lo más profundo de mi ser. ¡Esto no está bien!. Los bebés y las madres se necesitan mutuamente. ¿Qué puede llevar a una madre, un padre, una familia, a envolver a su bebé en una manta, meterlo en una caja y dejarla en el escalón de entrada a una tienda? ¿Cómo pueden algún día recuperarse de eso?

Pienso en su madre en el décimo día. En el undécimo, en el duodécimo... Su pecho hinchado de leche, hinchado de vida, la vida que debería ser capaz de compartir con su hija. Aunque su hija ya no está allí para recibirla...Su cuerpo aún desencajado y exhausto por el parto, aunque su hija no está allí para llenar las horas de descanso con la más dulce de las alegrías. Y Kendra... la dulce Kendra. Visto a Cora con un vestido rosa de mi infancia, un gorrito y una chaquetita tejida por los ancianos dedos de una bisabuela para mí, 29 años atrás. Un legado bordado con amor...su historia en hilos color crema y organza rosa de volantes. Cora siempre sabrá su historia. Kendra no la sabrá nunca... nunca sabrá la manera como la llamaba su madre; nunca vestirá la chaqueta tejida por su bisabuela. Cora tiene un libro repleto de fotos de sus primeros días de vida, de toda la gente que la quería. Kendra tiene un expediente con datos fríos, duros, contando la historia más triste...

La tristeza sabe a enfado en este tipo de historia rota, pero sé que en esta tragedia, todos son víctimas. Incapaz de culpar, incapaz de señalar, incapaz de adivinar el por qué, el cómo.... Dejo a un lado todos estos pensamientos, y decido agarrarme a la esperanza, el único lugar al que puedo dirigirme...

Siempre hay esperanza. Su trabajo de redención en este mundo roto y herido. Solo necesitamos ver lo bueno, mirar en los lugares en los que Él habita y se mueve.
Kendra fue abandonada, pero también encontrada. Ahora vive rodeada de amor, en una pequeña casa de acogida a las afueras de Beijing. Y algún día, así lo creo, será adoptada y se unirá a su propia familia para siempre. Pero la fuerza transformadora de este duro trabajo de redención sobre esta pequeña vida, no elimina la tragedia de sus comienzos.
Mientras acuno a mi propia hija, mi corazón llora por Kendra y su madre. Ambas han sufrido una pérdida que no puedo expresar con palabras, una pérdida que me deja este dolor... esperando y rezando por que llegue el día en que no exista ni un huérfano más.

Escrito por Carrie

 
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