El brillo de sus ojos, el rubor de sus mejillas. Enamoraba a la gente con su espíritu alegre. Y aunque ya no está con nosotros, la luz de su sonrisa nunca se borrará de nuestras memorias.
Un día Tristan estaba jugando alegre, fuerte y saludable. Al día siguiente se fue, tras una crisis y una corta batalla con un fallo cardiaco. Sucedió muy rápidamente y es muy duro aceptar que ya no está con nosotros.
La muerte de un niño es una tragedia... y la ausencia de Tristan nos llena de dolor. A veces nos sentimos tentados de abandonar, cerrar la puerta de nuestros corazones para evitar que entren más niños... Pero entonces recordamos la sonrisa de Tristan, y recordamos que si no hubiese venido con nosotros para conocer el amor, quizá nunca habría compartido aquella maravillosa sonrisa. Recordamos que la verdadera tragedia habría sido que Tristan muriera sólo, desconocido y sin amor.
Recordamos su sonrisa y el poder transformador del amor. Recordamos que el amor siempre es sacrificio. Y recordarlo nos reconforta. Nos reconforta que Tristan no sea un huérfano nunca más. Nos reconforta que esté jugando ahora en el regazo del Padre.
Y nos reconforta que sonría para siempre.
La historia de Tristan |