Es un mundo destrozado, querida niña.... una realidad que nunca llegaste a conocer suficientemente por tu tierna edad. Nacida con un corazón herido, abandonada bajo un puente... conociste la tragedia demasiado pronto.
Pero no te quedaste en la tragedia. Porque tenemos un Redentor que convierte las cenizas en belleza. Él te abrió paso para llegar a nosotros, y atesoramos cada día que hemos pasado contigo. Cuando los médicos nos dijeron que nada más podíamos hacer por tu vida, supimos que no era verdad... todavía podíamos hacer lo más valioso y poderoso por ti. Podíamos amarte.
Y así lo hicimos.
Te acunamos en nuestros brazos. Te cantamos. Rezamos por ti. Te vigilamos en sueños y te abrazamos cerca de nosotros. Queríamos que conocieras el amor cada uno de los días de tu vida, sin importar cuántos nos quedaban para hacerlo. Y haciendo eso, sentimos una mirada Suya dentro de tus ojos somnolientos. Escuchamos un susurro Suyo en tus suspiros contenidos. Y notamos Su caricia mientras tus dedos rodeaban los nuestros.
Amarte nos acercó a Él.
Gracias por ese regalo, Carissa. Gracias por compartir tu vida con nosotros. Descansa en dulce, dulce paz...Finalmente en los brazos del Padre, que te ha acompañado siempre.
 
    “Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." Mateo 25, 40.

 

La historia de Carissa